lunes, 24 de abril de 2017

Prácticas, discursos y resistencias de los movimientos sociales en el contexto Colombiano



Prácticas, discursos y resistencias de los movimientos sociales en el contexto Colombiano


Abstract
La finalidad del siguiente artículo reflexivo consiste en comprender críticamente los procesos de emancipación provenientes de los movimientos sociales en el contexto colombiano, los cuales evidencias dinámicas como el despojo territorial, la violencia sistemática y las lógicas de sistema capitalista, en donde se gestan procesos de resistencia, luchas sociales, propuestas políticas alternas, prácticas y discursos que se focalizan en establecer condiciones en defensa del territorio, en particular se analizar el caso de los movimientos sociales en Colombia. De esta forma, se pretenden desde el pensamiento crítico latinoamericano, analizar los procesos sociales, políticos y culturales que van en sentido contrario a tendencias como los modelos extractivistas, el fenómeno de la violencia en sus múltiples dimensiones para así comprender la concepción del territorio y el conflicto en los movimientos sociales. Igualmente, describir críticamente las condiciones de existencia que presentan los movimientos sociales en Colombia, buscando así la interrelación entre el pensamiento crítico latinoamericano y el enfoque decolonial en la interpretación del territorio y la cultura como un constructo constituyentes del movimiento social como movimiento político. Para el desarrollo del artículo se recurre a la siguiente metodología: 1) Un abordaje extenso y analítico hemerográfico y bibliográfico de la literatura de los movimientos sociales, 2) Un análisis documental en torno al pensamiento crítico latinoamericano y 3) Los procesos de interrelación teóricos, conceptuales y metodológicos sobre los fenómenos de alteridad construidos desde Latinoamérica.. PALABRAS CLAVES: Pensamiento crítico, movimientos sociales latinoamericanos, Territorio y Cultura, prácticas y discursos, sistema – mundo capitalista.

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Prácticas, discursos y resistencias de los movimientos sociales en el contexto Colombiano.
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En defensa de los líderes sociales en Colombia





Vivimos un momento crucial de la realidad colombiana, estamos intentando dar un paso hacia la construcción de la paz y la implementación de los acuerdos, una oportunidad que parece estar cada vez más alejada en su apuesta por ir superando nuestros problemas cotidianos, la crisis de valores y la falta de ética en los distintos espacios sociales del país.
Resulta complejo pensar un escenario de posconflicto cuando las comunidades, líderes y actores sociales son cada vez más vulnerables a la violencia, la persecución política y la criminalización de su vocación comunitaria y territorial. Tal como lo ha señalado el Instituto de Estudio para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), el año 2017 cerró con 170 líderes sociales y defensores de paz asesinados en el país  y el 2018 no parece mejorar esta problemática
En efecto, esta situación compleja nos invita a reflexionar sobre qué pasa con la democracia, las instituciones y la responsabilidad del Estado y la ciudadanía en estos tiempos. No es posible concebir como “normal o natural” la muerte de cualquier ser humano, en estos casos líderes sociales y defensores de paz que a través de su voluntad política son los encargados de dinamizar localmente los espacios de deliberación política al interior de los grupos más vulnerables de la nación.
El conflicto de intereses en los territorios es uno de los aspectos que influye en este fenómeno social. El asesinato sistemático de líderes comunitarios no puede ser reconocido como un fenómeno ajeno a las problemáticas del gobierno. Es su responsabilidad garantizar las mínimas condiciones, oportunidades y elementos para ejercer el libre desarrollo del ejercicio político liderazgo comunal.
De otro lado, la influencia de los grupos de extrema derecha de la mano de actores ilegales (bandas criminales) ha sembrado una especie de terror generalizado sobre las comunidades en su apuesta por repensar la democracia más allá de la esfera oficial e institucional. Si bien a este gobierno se le reconoce la voluntad de sacar a flote un proceso de paz con la guerrilla de las Farc en medio de las contradicciones políticas, económicas, culturales y ambientales, también es necesario señalar su poca capacidad de garantizar un ambiente para ejercer el liderazgo, la movilización y la defensa de lo público al interior de los grupos más excluidos del país. No es raro para el centralismo capitalino y el imaginario de las élites este fenómeno tan dramáticos de silenciar las voces de lo que luchan por una Colombia distinta.
Sin embargo, la situación no mejora en este inicio de año, tan solo en dos meses van 30 líderes asesinados en el territorio nacional y no se logra vislumbrar un gesto de voluntad política para buscar los verdaderos culpables de estos hechos, nada nuevo cuando se conoce la forma de actuar en función de dilatar los procesos de verdad, justicia y reparación de la víctimas frente al gobierno nacional. Sería justo reconocerle al presidente Juan Manuel Santos su apuesta hacia la transición del  posconflicto, pero también es necesario aclararle que la paz no puede ser pensada y ejecutada desde arriba, por medio del poder político de los grupos hegemónicos, por el contrario debe ser una praxis desde abajo y al servicio de todos los sectores sociales del país. Véase: El mapa de la vergüenza
El panorama político en estos tiempos no es muy alentador, dado que siguen la clase tradicional y politiquera están disputándose una pequeña parte del Estado, las mafias fortaleciendo su estrategia de financiar el maratón político en las regiones, el narcotráfico haciendo de las suyas. A su vez, la generación de un imaginario de polarización sobre la paz, el fantasma del “castrochavismo”, algo que no existe y la mentalidad ignorante de seguir apoyando a los mismos candidatos que desean repetir su posición en el gobierno.
En últimas, mientras continúa el asesinato sistemático contra los líderes sociales y la violación de los derechos humanos en los territorios, una parte considerable de la sociedad colombiana prefiere seguir apostándole a los proyectos personalistas e ideológicos de los candidatos. Es el momento de reflexionar cuál sería la apuesta por un proyecto de nación, uno que logre impulsar alternativas a las necesidades reales del país. Por su parte, las comunidades siguen padeciendo las secuelas del conflicto armado dentro de sus regiones, parece ser que Macondo está condenado a la estirpe de cien años de violencia y soledad.

Postscriptum: el pueblo venezolano está viviendo una de las situaciones más complejas de la historia de su país, es el momento para que la sociedad colombiana entienda, aprenda y reflexione que la xenofobia, el racismo y la violencia no es el camino adecuado. Es momento de que seamos solidarios, misericordiosos y justos con nuestros hermanos, por eso un apoyo a cada venezolano/a es un acto de fe en estos tiempos tan difíciles.

Los movimientos sociales y su alteridad política


TEXTO EN QUÉ MUNDO


Por José Javier Capera Figueroa (Rebelión)

Existen muchas opiniones sobre los movimientos sociales y su condición de antagonismo, unos consideran que poseen una mirada crítica sobre los partidos políticos, las instituciones públicas y los sindicatos. La concepción de lo político que ejercen los movimientos sobre las estructuras rígidas y las formas modernas de hacer la política, se convierte en la muestra de que el espíritu de los movimientos sociales debe transgredir toda lógica de descrédito político. Un ejemplo concreto lo menciona el Maestro Enrique Dussel cuando señala que la “representación de los partidos políticos y las ONG extranjeras son el reflejo de tener el dominio sobre los mismos, dicho dominio se refleja si tales movimientos sociales se articularan con algún partido, y llegan al punto de una asfixia estructural”. Véase: http://www.jornada.unam.mx/2016/03/12/opinion/014a1pol


En efecto, las dinámicas que emergen en el discurso y la praxis de la realidad social, han mostrado que el capital llega a un punto de trascendencia, y todo aquello que toca lo hace mercancía y funcional al servicio de los intereses de pequeños grupos políticos, gremios, sectores opulentos que responden al poder de gobierno del Estado en un determinado territorio.

Otra mirada que se refleja es el aire progresista que asumen los “nuevos” partidos políticos que en el fondo han querido disfrazarse de movimientos sociales, y no es para más la lógica mercantil de los partidos políticos se ha basado en cooptar los sindicatos, organizaciones civiles, sectores académicos, universidades entre otros, buscando re-producir una lógica tradicional de la política. Parte de la crisis se refleja en el fenómeno aleatorio de hacer que todo adquiera un valor de uso, y llevar a un segundo plano los problemas como la violencia, la pobreza, el narcotráfico, el racismo y el sexismo, fenómenos auténticos de estos tiempos.

El fuerte giro que se ha desencaminado en los movimientos sociales es la representación de que el poder del capital puede sobrepasar cualquier criterio o distinción política, económica y social. La involución se convierte en uno de los procesos de la sociedad global; acá se muestra que ciertos movimientos sociales han perdido su horizonte y han guiado sus pasos por la senda de un ejercicio delegado de poder a sectores sociales producto de la institucionalidad política.

Uno de los elementos que debe realizarse para que no siga reproduciéndose la mercantilización de los movimientos, considera Dussel, es “intentar que los movimientos sociales no pierdan los requerimientos del pueblo, y logren un ejercicio delegado del poder”, llegando al punto de que el pueblo es la única base del poder y cualquier autoridad debe delegar su función al servicio del mismo.

La acción que origina los movimientos sociales hace parte de la alteridad política, el asunto consiste en que el movimiento social no debe articularse con algún partido político por razones de subsistir. Por el contrario debe buscar ser autónomo y ganarse la legitimidad a través de su propuesta y praxis política en el escenario público, ya no es cuestión de fetichizar la política sino de convertirla en la base para servir al oprimido y la sociedad precaria en medio de la crisis civilizatoria.

La apuesta por una alteridad política es la iniciativa de construir diálogos, traducir los lenguajes populares en acciones cotidianas y luchar en función de un sentido común; lo común no implica un discurso simple, sino la razón de superar los vacíos y vicisitudes que cada sociedad tiene en su contexto contemporáneo.

En definitiva, la alteridad política es una lógica que busca superar el proyecto hegemónico, el lenguaje colonial y las prácticas racistas que se generan al interior de una cultura eurocéntrica, la cual se ha caracterizado por hacer de la política un ejercicio funcional a los partidos políticos y la forma de representación institucional que debe superar el poder de la burocracia y apropiarse del servicio a los más oprimidos y necesitados de estas tierras.

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