miércoles, 30 de agosto de 2017

Colombia: Las fiestas populares del San Juan en Purificación, Tolima, una muestra de paz y reconciliación territorial [1]


TEXTO EN:LA PLUMA.NET
TEXTO EN :TLAXCALA

La historia de la violencia política en estas tierras sigue develando aristas que requieren ser analizadas de forma extensa. Partamos de señalar que es un territorio lleno de particularidades espaciales y temporales, el Tolima fue la región donde sucedieron las más sanguinarias prácticas del bipartidismo entre las guerrillas liberales contra los para-policías conservadores. Un aspecto rotundo que marcó el diario cotidiano de campesinos, familias, mujeres, indígenas, negritudes, es decir los sectores más oprimidos de la región.
En efecto, pareciera ser que la región tolimense hubiese perdido ese impacto local y nacional, que tanto marcó y constituyó los momentos más importantes de la mitad del siglo XX en la historia de Colombia: la liga de campesinos cafeteros, el intento de la primera revolución socialista como sucedió con los Bolcheviques del Líbano, la fuerte movilización de las comunidades indígenas lideradas por el “indio” Manuel Quintín Lame frente a la consigna de los resguardos coloniales Ortega – Chaparral y Natagaima - Coyaima, el fenómeno estructural del gamonalismo y el caciquismo en el sur de la región, el histórico pensamiento de raíz bolivariana como fue el trasegar político libertario del General José María Melo serían algunos de los acontecimientos de larga duración que lograron marcar la identidad de esta región.
La situación contemporánea es contraria a lo antes mencionado. En la actualidad el Tolima no aparece o es tema de relevancia en el escenario nacional como un territorio estratégico para pensar otra realidad política de cara al posconflicto, la única universidad pública se subsume en discusiones banales ( asuntos personales por cuotas burocráticas), la cooptación política del sindicato, la mercantilización de la conciencia por parte de los “lideres” estudiantiles, las prácticas clientelares y la lógica de las élites criollas de la región por empoderarse de los espacios públicos del territorio, sin dejar a un lado, la clase política tradicional que han hecho de esta zona tierras destinadas a ser olvidadas y con el rezago de no querer despertar. Un claro fenómeno que responde a la invisibilización del otro a causa del imaginario de los grupúsculos afianzados en el poder político del departamento (colonialismo interno).

No obstante, los grupos, colectivos y organizaciones sociales provenientes de abajo, en sus venas manifiestan la necesidad de seguir construyendo la paz territorial desde sus comunidades, veredas y municipios que han sido víctimas del conflicto armado, el abandono estatal y la fetichización de la política (corrupción, clientelismo y pésimos manejos administrativos). La razón de ello, consiste en que las fiestas populares del “San Juan” son un reflejo de reconciliación, diálogo y construcción comunitaria a partir de las dinámicas de la región, así proponen desde adentro otro escenario donde la paz sea la bandera, una que no divida tal como ha venido sucediendo en estos tiempos.

Una apuesta por construir la paz y la reconciliación territorial, lo encontramos en el municipio de Purificación (Tolima) que reivindica el patrimonio cultural dando espacio para que en las fiestas se rescate el sincretismo entre dos mundos del saber. Por una parte, el saber indígena y por otra la racionalidad del hombre moderno. Un choque de conocimientos que fluyen entre diversas realidades y constituyen una cultura, pensamiento y nociones desde los de abajo. Aquí se aprecia que:

«La plaza de mercado es parte de la fiesta. Cabalgata acompañada por carabineros y un desfile sanjuanero con derroche de creatividad, alegría y buen comportamiento. Purificación está invitando a quienes quieran sentir el Tolima con la autenticidad que tanto conservaron y defendieron los abuelos. Acompáñenos a compartir sanjuaneros con chicha y mistela y, luego, en señal de conciliación, démonos un abrazo berracamente tolimense» (Galeano, 2016)

Del mismo modo, significa «una fiesta de familia y de conciliación, es un encuentro de colonias gente que viene de diferentes partes del país, fuera de la fiesta se va a generar un espacio para construir un encuentro y propuesta colectivas sobre la cultura del país en función de la paz». «Una ventaja es que se logra mostrar las costumbres y se pretende manifestar el amor por la tierra, es un gozo por la vida, el agua, la naturaleza aquí toma sentido el humor político, el lenguaje popular, la cultura del hombre campesino y la creatividad de las personas».(Galeano, 2016).

Tal como lo afirma el periodista e investigador social Héctor Galeano Arbeláez « la integración de la comunidad implica conversar, y gente que desea trabajar (…) esto implica que las instituciones educativas muestran sentido de pertenencia, su amor por la tierra y la necesidad de trabajar por la región». «Es una alegoría de disfraces (matachines) donde los niños, jóvenes y adultos estarán presentes, acá se da la oportunidad a la conservación de la cultura y la sociabilidad histórica. Puesto que el origen de la fiesta es cristiana pero aquí lo indígena asume relevancia y se muestra la ‘otra’ cara de la historia y la fiesta en estos tiempos». (Galeano, 2016).

En últimas, pensar el posconflicto requiere necesariamente visibilizar a ese otro olvidado, explotado y sometido al abandono por parte de las instituciones, los poderes hegemónicos y el desprecio que tanto existe al interior/ exterior sobre lo local y la localidad. Es un momento histórico que vivimos en Colombia donde se podría ir más allá de los debates que desgastan la raíces de la paz e intentar construir formas de organización comunitarias donde la cultura, las practicas, la idiosincrasia, el imaginario y los discursos sean piezas fundamentales para pensar «otro» desarrollo desde la región en función de las necesidades reales de los territorios.

Nota:

[1] Parte de esta columna es el resultado de una investigación realizada sobre la relación de las fiestas populares y su aporte en la construcción de la paz en Colombia. La cual será publicada en los próximos meses en Polonia y replicada en un editorial de América Latina. Se agradece los comentarios del Maestro Héctor Galeano Arbelaez un gran servidor del arte, la cultura, la paz y los movimientos sociales en el Departamento del Tolima.

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