lunes, 26 de febrero de 2018

En defensa de los líderes sociales en Colombia




Vivimos un momento crucial de la realidad colombiana, estamos intentando dar un paso hacia la construcción de la paz y la implementación de los acuerdos, una oportunidad que parece estar cada vez más alejada en su apuesta por ir superando nuestros problemas cotidianos, la crisis de valores y la falta de ética en los distintos espacios sociales del país.
Resulta complejo pensar un escenario de posconflicto cuando las comunidades, líderes y actores sociales son cada vez más vulnerables a la violencia, la persecución política y la criminalización de su vocación comunitaria y territorial. Tal como lo ha señalado el Instituto de Estudio para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), el año 2017 cerró con 170 líderes sociales y defensores de paz asesinados en el país  y el 2018 no parece mejorar esta problemática
En efecto, esta situación compleja nos invita a reflexionar sobre qué pasa con la democracia, las instituciones y la responsabilidad del Estado y la ciudadanía en estos tiempos. No es posible concebir como “normal o natural” la muerte de cualquier ser humano, en estos casos líderes sociales y defensores de paz que a través de su voluntad política son los encargados de dinamizar localmente los espacios de deliberación política al interior de los grupos más vulnerables de la nación.
El conflicto de intereses en los territorios es uno de los aspectos que influye en este fenómeno social. El asesinato sistemático de líderes comunitarios no puede ser reconocido como un fenómeno ajeno a las problemáticas del gobierno. Es su responsabilidad garantizar las mínimas condiciones, oportunidades y elementos para ejercer el libre desarrollo del ejercicio político liderazgo comunal.
De otro lado, la influencia de los grupos de extrema derecha de la mano de actores ilegales (bandas criminales) ha sembrado una especie de terror generalizado sobre las comunidades en su apuesta por repensar la democracia más allá de la esfera oficial e institucional. Si bien a este gobierno se le reconoce la voluntad de sacar a flote un proceso de paz con la guerrilla de las Farc en medio de las contradicciones políticas, económicas, culturales y ambientales, también es necesario señalar su poca capacidad de garantizar un ambiente para ejercer el liderazgo, la movilización y la defensa de lo público al interior de los grupos más excluidos del país. No es raro para el centralismo capitalino y el imaginario de las élites este fenómeno tan dramáticos de silenciar las voces de lo que luchan por una Colombia distinta.
Sin embargo, la situación no mejora en este inicio de año, tan solo en dos meses van 30 líderes asesinados en el territorio nacional y no se logra vislumbrar un gesto de voluntad política para buscar los verdaderos culpables de estos hechos, nada nuevo cuando se conoce la forma de actuar en función de dilatar los procesos de verdad, justicia y reparación de la víctimas frente al gobierno nacional. Sería justo reconocerle al presidente Juan Manuel Santos su apuesta hacia la transición del  posconflicto, pero también es necesario aclararle que la paz no puede ser pensada y ejecutada desde arriba, por medio del poder político de los grupos hegemónicos, por el contrario debe ser una praxis desde abajo y al servicio de todos los sectores sociales del país. Véase: El mapa de la vergüenza
El panorama político en estos tiempos no es muy alentador, dado que siguen la clase tradicional y politiquera están disputándose una pequeña parte del Estado, las mafias fortaleciendo su estrategia de financiar el maratón político en las regiones, el narcotráfico haciendo de las suyas. A su vez, la generación de un imaginario de polarización sobre la paz, el fantasma del “castrochavismo”, algo que no existe y la mentalidad ignorante de seguir apoyando a los mismos candidatos que desean repetir su posición en el gobierno.
En últimas, mientras continúa el asesinato sistemático contra los líderes sociales y la violación de los derechos humanos en los territorios, una parte considerable de la sociedad colombiana prefiere seguir apostándole a los proyectos personalistas e ideológicos de los candidatos. Es el momento de reflexionar cuál sería la apuesta por un proyecto de nación, uno que logre impulsar alternativas a las necesidades reales del país. Por su parte, las comunidades siguen padeciendo las secuelas del conflicto armado dentro de sus regiones, parece ser que Macondo está condenado a la estirpe de cien años de violencia y soledad.

Postscriptum: el pueblo venezolano está viviendo una de las situaciones más complejas de la historia de su país, es el momento para que la sociedad colombiana entienda, aprenda y reflexione que la xenofobia, el racismo y la violencia no es el camino adecuado. Es momento de que seamos solidarios, misericordiosos y justos con nuestros hermanos, por eso un apoyo a cada venezolano/a es un acto de fe en estos tiempos tan difíciles.

martes, 6 de febrero de 2018

En memoria de Don Temis




la paz es una oportunidad y un reto que nos invita a reflexionar constantemente. No es asunto de un grupo en particular de la sociedad sino de todos/as, es la apuesta por intentar superar la hoja manchada de sangre y dar paso a un escenario de reconciliación y perdón. Lástima que cada vez sea un sueño postergado en nuestros tiempos y aún más cuando sabemos de noticias tan lamentables como el vil asesinato contra el defensor de tierras de Buenaventura, Temístocles Machado.

La vocación de ser líder social en Colombia se concibe como un sinónimo de exclusión, persecución, victimización y estigmatización por parte de las fuerzas oscuras del Estado y los grupos criminales en las distintas regiones. Parte de esta situación, la vivió en carne propia Temístocles Machado en su ejercicio comunitario al servicio de los más necesitados, simplemente una opción preferencial por los pobres que habitan la tierra de Petronio Álvarez (Véase).



En efecto, su amplia trayectoria orientada a la defensa del territorio, las luchas de los derechos colectivos y la resistencia comunitaria es parte del legado hecho vida por Don Temis como era conocido por las comunidades negras en Buenaventura. A sus 58 años de edad cerró sus ojos por causa de una de las peores enfermedades de la sociedad colombiana: la violencia, esa que por décadas ha dejado familias desquebrajada por el dolor y otras enriquecidas a través del negocio de la guerra.


El carácter ético de Don Temis siempre fue su carta de presentación ante la sociedad, su necesidad de luchar por los más necesitados era la muestra de su coherencia orientada a reivindicar los derechos de las comunidades situadas en el Barrio Isla de Paz, una disputa territorial en defensa de los derechos de las familias de esta zona contra la persecución de sectores de la sociedad portuaria, grupos mafiosos, la clase política tradicional y los actores armados (ejército, guerrillas, paramilitares y bandas criminales) que han visto con gran interés la ubicación estratégica de esta comunidad frente a la lógica de expansión portuaria (despojo territorial).

Sin embargo, qué se puede esperar si a las 5:10 p.m. del sábado 27 de enero del presente año, dos hombres armados llegaron al parqueadero de su casa y en un acto miserable dispararon en tres ocasiones, un impacto de estos fue directo a su cabeza, dejando sin vida a uno de los líderes y miembro del Proceso de Comunidades Negras (PCN) más importante en el tema de la defensa, resistencia y autonomía de los territorios afros en Buenaventura.

La compleja situación que presencia Buenaventura no es nada nuevo para los líderes sociales y el equipo del Comité del Paro Cívico que paralizó el puerto más importante de Colombia por 29 días el año pasado, exigiendo las mínimas condiciones que debe garantizar el Estado en esta región (salud, educación, cultura, economía y seguridad, entre otras). Por el contrario, fue un tema que siempre estuvo presente en las discusiones y demandas realizadas ante las entidades correspondientes, y una vez más queda demostrado la falta de voluntad, capacidad y garantía por parte del gobierno nacional en esta zona del Pacífico.

Por supuesto, no es nada nuevo para las élites del país que Buenaventura solo tenga importancia por su naturaleza de ser puerto, la capacidad de conectar el Pacifico en términos de una economía transnacional y su posición estratégica para el mundo de las mafias aliadas con la clase política tradicional dela región, nada nuevo en un laboratorio de violencia que han construido históricamente para atropellar el derecho a la vida, la dignidad y el desarrollo de un vivir bien al interior de las comunidades negras.

El asesinato de Don Temis no solo fue contra él, su familia y amigos, representa un atentado directo sobre las comunidades por defender sus territorios, una forma de generar incertidumbre sobre los avances del proceso de paz, los acuerdos regionales y la generación de un ambiente caracterizado por la violencia sistemática contra los líderes sociales del país (asesinatos masivos).

Asimismo, es la muestra profunda de la incapacidad del Gobierno nacional por construir la paz desde los territorios y la importancia de la democracia desde abajo, lo que está viviendo la sociedad bonaverense nos debe invita a reflexionar: ¿qué pasa en Colombia con nuestros líderes comunales? y ¿quién asume la responsabilidad de estos hechos? Que no venga a salir con la misma receta de siempre: investigaciones a medias, los mismos cuentos mediáticos, la “voluntad” política sin resultados concretos (aguas tibias) y la dilatación de los verdaderos responsables de estas situaciones que muestra el vacío de construir la paz desde las regiones.